martes, 22 de septiembre de 2009

Juanito (2)

LAS CUATRO EDADES DEL HOMBRE

Todo ser humano se encuentra al nacer en un estado de completa inutilidad física y moral.
[…]
¡Cuántos cuidados, cuántos disgustos y sacrificios constamos a nuestras amorosas madres! ¡Con cuánto amor, dulzura y obediencia estamos obligados a corresponder a tan grande solicitud!
[…]
El niño en sus primeros meses está expuesto a varias enfermedades, y sus buenos padres le vacunan para preservarle de la viruela, que es una erupción muy común, y que a veces cuesta la vida a los niños que la contraen. […] Esta es la primera edad de la vida, llamada infancia, que concluye a los siete años.
[…]
La edad que media entre los siete años y los diez y ocho se llama adolescencia, y con ella empieza la razón, el estudio, el valor y también las penas de la vida. En esta época principia el hombre a correr los riesgos, a acostumbrarse a los peligros, a resistir las fatigas, a poner en juego su inteligencia y a trabajar para procurarse el necesario sustento.
[…]
A los treinta años la perfección es completa. Hermosura, agilidad, vigor, majestad, resolución, salud; todo cuanto el hombre física y moralmente desea, lo encuentra en esa edad, que podríamos llamarla el mediodía de la vida. Esta es la edad viril […]

[…] El cuerpo humano es ya a los cincuenta años una máquina usada, que no resiste fácilmente la fatiga, la intemperie y la enfermedad. Esta es la tarde de la vida.

A los sesenta años principia la vejez. El hombre adelanta hacia la tumba. Su piel se pone arrugada y amarilla; sus dientes se caen; su cabello ya blanco va desapareciendo hasta dejar desnuda la cabeza; su fuerza disminuye […] Es el ocaso de la vida.

De la vejez a la muerte no hay más que un paso. Este paso es la decrepitud, que puede durar hasta los 90 o 100 años. Durante esta época se agotan las fuerzas por completo, se pierde la memoria, se enfrían los miembros, y el hombre desciende al sepulcro pagando el tributo de nuestra inmortalidad.


"Juanito", por Parravicini, Hijos de Paluzíe Editores, Barcelona, 1919

Quizás sería bueno aclarar que al principio del libro, en la página 8, explica que: “En lo sucesivo, al decir hombre entiéndase indistintamente uno de los dos seres que forman la especie humana”.
Un saludo,
Félix

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